El próximo 20 de enero de 2017 asume la presidencia de los Estados Unidos el señor Donald Trump, el número 45 desde que el 30 de abril de 1789 ese país tuvo su primer mandatario, George Washington. El nuevo presidente electo ha provocado muchas expectativas económicas, especialmente negativas en casi todo el mundo, tantas, como fueron las opiniones que se ofrecieron descartándolo, primero como precandidato de éxito en el partido republicano y luego siendo candidato a la presidencia con posibilidades de ganar.
El entorno económico nacional e internacional que recibirá Trump se inclina más hacia un desempeño por debajo de las expectativas que se programaron para 2016 en materia de crecimiento del PIB, si se adiciona que muchas economías han registrado inflación cercana a cero, deflacionarias, o con bajos niveles de inflación, podrían ser señales de contracción de la demanda mundial, razón que ha llevado a pensar que la ruta de la reflación es el camino para evitar una recesión.
La política económica de Trump no será improvisada; por el contrario, deliberada; pero ecléctica, al combinar posiciones proteccionistas, liberales/populistas y keynesianas. La primera porque atentan contra el libre comercio, anunciar imponer altos aranceles a las importaciones y restricciones a las empresas norteamericanas que pretendan salir de su país en procura de mejores ventajas, la segunda, porque promueve bajar impuestos, lo que previsiblemente haría caer los ingresos tributarios, a no ser que lo pretenda procurar por la vía arancelaria, de igual forma ha comunicado que pretende desregular los mercados de valores y financiero, y la tercera, el anuncio de inversiones millonarias en obras de infraestructura por parte del gobierno federal.
El anuncio también de una política migratoria fuerte contra la inmigración ilegal hacia los Estados Unidos, a través de programas de repatriación, haría aumentar el costo de la mano de obra en ese país en la agricultura y la manufactura, reforzando su condición de menor nivel de competitividad internacional, explicado por el lado de la mano de obra barata en otras economías, como la China, y neutralizando entonces por esa vía cualquier esfuerzo por competir en los mercados internacionales, ya desplazado por el gigante asiático, que es la primera economía comercial del mundo.
Naturalmente, el corolario de esas medidas inducen a un mayor déficit fiscal, nivelado con un mayor monto de endeudamiento, el que junto a la flexibilización monetaria, apuntan a generar tanto en los Estados Unidos, como en las principales economías del mundo a una reflación, justo aquel tipo de inflación inducida por políticas económicas deliberadas en los ámbitos fiscales y monetarios.
Si a lo anterior se le agrega el calendario de recortes en la producción diaria de barriles de petróleo, que suman 1.7 millones, entre los países miembros de la OPEP y otros productores no asociados para 2017, que tienen el propósito de presionar incrementos de precios en el barril de hasta US$65,0, como mecanismo para afrontar parte de los problemas en sus finanzas públicas de esos países. El previsible y deliberado aumento de precios sería otra manifestación de reflación, por la vía de la inflación importada.
De igual forma, el aumento en el tipo de interés por parte de la reserva federal de los Estados Unidos de 0.5% a 0.75% y con posibilidades que llegue hasta 1.5% a final de 2017, hará presionar los instrumentos de renta fija en el mercado de capitales, el que a su vez tendría un efecto expansivo sobre las tasas de interés bancarias, así como en los costos financieros de la inversión, generando por esa vía un aumento de precio hacia la economía mundial y por lo tanto reflación internacional.
Lo anterior ya ha tenido un impacto sobre un aumento adicional en la apreciación del dólar en los mercados internacionales de las divisas, al situarse con relación al euro en 1.0%, para un tipo de cambio que lo sitúa casi a la par, en 1.036 dólares por euro, previsiblemente esto haría encarecer las importaciones y por derivada se transferiría a los precios internos de las economías, especialmente las que presentan balanzas comerciales deficitarias, siendo también este resultado promotor de reflación mundial.
De manera que el panorama que presenta el 2017, con el ascenso al gobierno del presidente electo, Sr. Donald Trump, presagia una nueva era en la economía estadounidense y muy probablemente en la economía mundial, en la que la reflación internacional o inflación mundial inducida, encabecen las principales noticias económicas del año que se avecina.
En el plano de la economía nacional, los precios internos han estado muy por debajo de la meta de inflación en los últimos años, incluyendo la de hasta noviembre de 2016, que se situó en 0.79%; sin embargo, el panorama descrito en el contexto internacional sugieren una reflación para 2017, misma que podría producir incrementos de precios en dominicana, como reflación importada, salvo que se adopten medidas mitigadoras.