Todos los medios informativos de una manera u otra; así como también los distintos grupos de presión o de control social manejan sus actuaciones de conformidad a una agenda, misma que es abordada de manera planificada o bien las circunstancias internas o externas se las imponen.
Lo anterior tiene que ver tanto con el tema político como el económico. Para el caso que nos compete, las noticias sobre los acontecimientos de la economía dominicana nos dan cuenta de la variedad de temas que han formado parte de la agenda de los medios de comunicación.
El más reciente e importante por su alcance, así como por lo impactante para los distintos agentes económicos del país fue la reforma fiscal, y en la misma línea pero en forma más subyacente, aunque vinculante, fue el déficit fiscal dominicano. Los temas normalmente pasan por diferentes niveles de intensidad que los lleva desde el silencio hasta el ruido, pasando en ocasiones por el sonido.
Un caso típico de lo que denominamos silencio económico es el de la presión fiscal efectiva; del ruido económico un ejemplo reciente es el del origen del déficit fiscal; y una expresión concreta de sonido económico es el nivel de inflación que registro la economía dominicana en el 2012.
Aunque será tema especial de otro artículo, la presión fiscal efectiva es una buena muestra de silencio económico, pues al no difundirse la relación existente entre el resultado fiscal y la estructura productiva dominicana se tiene un conocimiento parcial acerca de las variables que inciden en el balance fiscal.
De la misma manera lógica se podría examinar el ruido económico con la reforma fiscal. En el último trimestre del 2012 los dominicanos presenciamos o fuimos actores del debate acalorado que se produjo en los medios informativos en torno a las causas del déficit, y las formas e intensidad de abordarlo; hasta algunas protestas se generaron en el país, unas inducidas y otras espontáneas.
En cuanto al nivel de inflación registrado en la economía dominicana en el 2012 que tan solo alcanzo el 3.91%, se puede presentar como un buen ejemplo de sonido económico, pues su bajo nivel la coloca como una noticia positiva y en consecuencia normalmente poco valorada por los medios informativos; pero bien ponderada por los agentes económicos locales y extranjeros.
Lamentablemente tanto por razones de marketing como por morbo, el silencio, el ruido y el sonido económico en la agenda del país pasa a ocupar un lugar de menor o mayor importancia, sin que el fondo del problema sea el que determine su ubicación en el orden de la misma.
Naturalmente lo que podría ser ruido económico para uno, para otro podría ser sonido, tal es el caso de la reciente reforma fiscal del 2012, en la que para un sector fue un ruido; mientras que para otros fue algo deseado. Fue un sonido al lograr que determinados aspectos de la reforma, como el de las causas del déficit fiscal se abordaran públicamente, esto independientemente de los juicios de valoración sobre la misma y fue ruido en la medida que al intentarse establecer las causas, también se presumían quienes eran los responsables.
De igual manera pasa con el silencio económico, la ausencia de divulgación y discusión publica sobre temas concretos, pero no agendados por los diferentes sectores y medios, terminan pasando inadvertidos por la colectividad, aunque eso no signifique ausencia de los hechos y que no reviste importancia alguna.
Por estas razones los interesados terminan chocando al tratar de posicionarlos en los medios como sonido o ruido económico, o en contraposición que no aparezca en ningún medio escrito, televisivo o en las redes sociales.
En mi opinión en estos momentos nos encontramos en silencio económico, una buena coyuntura para accionar en forma intensa en lo que tiene que ver con el diseño e implementación de políticas publicas, pues la ausencia de sonido y ruido económico ha provocado un espacio para el silencio económico, digno de considerarse con sentido de oportunidad.