Hace un tiempo, pero no mucho, tal vez 16 o 14 años, no preciso, pero está cerca, muchos de nosotros, si no todos, nos quejábamos de que a lo interno de la ciudad capital, en su periferia, así como desde ella hacia el sur, el este y al noreste del país, su infraestructura vial era insuficiente.
Como siempre, cuando se tomaron las primeras acciones en procura de la solución vial, aparecieron opositores y defensores a las construcciones de puentes, carreteras, paso a desnivel, túneles, metro y elevados. Unos decían que no eran las mejores soluciones de comunicación terrestre; mientras que otros planteaban que sí.
Lo propio ocurría en el campo de la economía, los de ideas keynesianas promotores de las soluciones viales decían que creaban empleo, demanda y dinamizaba la economía; otros, con acento neoliberal alertaban sobre lo dañino que podría ser un aumento del gasto público más allá de los ingresos, pues genera déficit fiscal.
Al parecer, no hay decisiones ni en el país, ni en el mundo que las mismas no impliquen posiciones encontradas, solo cuando no se hace nada, y en este caso, surgen terceros críticos, los que al final dirán, ha pasado el tiempo y los gobiernos no resuelven.
Mientras tanto el país demandando más infraestructura para atender su comercio interno de mercadería con más eficiencia y seguridad, mejores vías de transporte de pasajeros; así como una mayor economía de tiempo y de combustible, entre otros efectos colaterales de economía externa para el entorno.
Las inversiones en obras de infraestructura para países rezagados y con insuficiencia de recursos propios como República Dominicana, siempre requerirán de acciones que suplan la insuficiencia de ingresos fiscales ordinarios y el ahorro doméstico, por eso el financiamiento interno o externo.
El financiamiento planificado es la respuesta racional al cómo y cuánto invertir, suponer el pago del mismo a lo largo del tiempo, distribuido en más de una generación o bien en varios años, desconcentra el esfuerzo y la carga impositiva del presente a través del tiempo, de la misma forma que los beneficiarios de la inversión financiada no solo son de la presente generación; sino también de las futuras.
En países como los Estados Unidos, pese a ser el más desarrollado y poseer los mayores recursos económicos del mundo, las inversiones públicas se realizan con financiamiento, e incluso con figuras impositivas automáticas como aquella que grava en forma adicional tu inmueble tan pronto se construye en tu entorno, una escuela, un parque, una carretera, o un puente.
El déficit histórico en obras de infraestructura del país sería mayor en la medida que los gobiernos nacional y municipales no actúan con la responsabilidad que demandan los requerimientos de la población. Tal vez la inacción gubernamental de cada momento sea la razón del rezago que ha padecido el país en materia de inversión pública.
Las finanzas públicas presentan hoy un mayor déficit que antes, cierto, pero no solo motivado por la inversión pública, sino por la recapitalización del Banco Central, la forma en que financiera y estructuralmente opera el sistema eléctrico dominicano, los aumentos de los precios internacionales del petróleo y el gasto corriente; así como las bajas tasas de interés en los mercados.
Pero también hoy poseemos mayores y mejores soluciones viales en el país, las que nos conectan desde la capital a Punta Cana en tres horas, cuando antes eran más de 4, a Baní en menos de una hora, contra más de una que se tomaba antes, a las Terrenas en algo más de dos, mientras que en años atrás se llegaba en 4, al Aeropuerto Internacional de las Américas en 25 minutos, desde las avenidas 27 de Febrero con Luperón y a Villa Mella, desde La Feria en 25 minutos, incluyendo las paradas.
La moraleja económica que se deriva de la reflexión, es que tal vez es preferible invertir en soluciones, que no hacerlo, solo por la salud fiscal, expresada déficit cero.