2 años de soledad

A propósito de la ida material de los que nunca mueren, el creador de La familia de los Buendía y con ellos el fundador de Macondo con sus 100 años de soledad, Gabriel García Márquez, en la República Dominicana, Uno, con algunos colaboradores que convertidos en cómplices, han querido replicar episodios al estilo de los golpes suaves de Gene Sharp, en base a manifestaciones supuestamente sociales, para alcanzar propósitos políticos como el de seleccionar un blanco de público y llevarlo a la soledad.

Ese Uno, no es José Arcadio Buendía, personaje principal de la novela de García Márquez; sino el de la trama dominicana que la concibió hace más de dos años; pero comenzó a impulsarla hace menos tiempo, y hoy presenta señales de languidez. Uno, no es un soñador para merecerse un premio nacional, menos aún un nobel en literatura, diría, ni siquiera llega a neófito de la trama de mal gusto, para ello necesita al menos 60 segundos desconectado del mundo, tiempo mínimo para crear lo que solo el sueño puede hacer, la imaginación descontaminada por la inconsciencia, que la distancia con creces de la que resulta del estado consciente, especialmente cuando esta es malvada.

Tampoco es Úrsula, ni Fernanda, porque no es mujer, es hombre, pero por serlo no es Aureliano, porque de inocente nada; más bien podría ser El Coronel Aureliano, al imposibilitársele el amor al prójimo; e incluso, con limitaciones para expresar sentimientos, si es que los posee.

La trama dominicana como toda obra tiene un argumento, aniquilar a la fiera de África, no de Macondo, o al menos hacerlo retroceder; o en cambio propiciarle un revés que lo aturda moralmente, todo ello por envidia, cuando es una manifestación de tipo patológico; revancha, si es en lo personal; y en lo sociológico, porque no quieren fiera, inspiradora de masas como antes. Aspiran a lo light, con la condición de que sea alternativo y poco furtivo, por no decir blindado; ello pese a que al menos un sector de la clase dominante, siempre ha estado gustosa que le sirvan, a través del sofisma del mercado, camuflada en decisiones de políticas públicas que lo permiten.

Como no tiene imaginación del inconsciente, deliberadamente promueve la liquidación con golpes suaves mediatizados, auxiliado de otras voluntades, que sacan sus cabezas y la presentan como espontáneas, o expresión de las mayorías, cuando en realidad solo son mayoría de las minorías, incapaces de convertirse en dirección de las mayorías. A Uno le ha faltado el valor del coronel aguerrido, y prefiere ocultarse detrás de la mano invisible del mercado que concibió el escocés Adam Smith.

En el rodaje de la trama han pasado cosas inimaginables como casi todo lo de Macondo, lo improbable, el valor de la verdad, más cuando esta solo es sepultada en las arenas de la playa, lugar que posteriormente el viento o el agua del mar se las lleva, permitiendo descubrirla.

Mientras aparecen las olas, a veces cansadas que apenas alcanzan a tocar la arena de la playa, haciéndose en ocasiones insuficientes, la auxilia el sol que seca la arena, permitiendo con la ayuda del viento como ya expresé, descubrirla. Durante ese periodo surge la soledad del reflujo, que aunque deliberado o no, es pasajero, haciendo también que descubra a todos los que lo rodean, especialmente, amigos, familiares, colegas, compañeros, y hasta vecinos, en cuanto a manifestaciones que van en la franja de la solidaridad hasta la traición, o desde el agradecimiento a la ingratitud.

Solidaridad por estar a su lado; traición por violar compromisos comunes como “gasta que es la única forma de ganar”; agradecido, manifestando respeto, porque lo que somos hoy se debe a todo lo que se hizo ayer en forma deliberada y estratégica.

En las agrupaciones sociales hay subfamilias como las que hubo en Macondo, cada una llena de historias o tramas, a veces entrelazadas, en esta la dominicana, al parecer no tendrán los 100 años de soledad de la familia Buendía, al parecer serán solo dos, pues las fuerzas de las olas, el viento, y la potencia de la energía del sol brillante están encargándose de revertir la trama oculta, al develarla.

Esta vez sin llegar al capítulo 20, el último de la obra maestra de García Márquez, la historia del pergamino de la trama dominicana está por quedar al descubierto no para la venganza, sino para la comprensión, el perdón, la continuidad y el progreso.

La soledad, en este caso expresión del reflujo, parcialmente explicado por la miseria de algunas conductas humanas, muestra señales de agotarse, suficientes para que el amanecer llegue con la claridad previsora del ave, que con su canto en la madrugada anuncia la llegada de un nuevo día, de una nueva esperanza, sin espacio que dilaten el combate a las necesidades de las mayorías; con la cualidad del perdón, tal y como subyace en la carta de despedida que el ganador del premio nobel de literatura escribió en el 2007.

Las muestras de ahora indican que nunca ha estado solo totalmente, ni lo estará como creía en su propósito el Coronel Aureliano, pues no contó con la astucia y la ecuanimidad del General que hoy dirige a su pueblo con amor y agradecimiento, enfocado en seguir haciendo lo que está bien, corregir lo que está mal, y hacer lo que nunca se ha hecho, sin desvío y éxito.

Al llegar a un punto del tiempo, el General sabe que debe dedicarle algo de su tiempo a otras batallas para poder continuar, y como además está al tanto del amor del felino a su pueblo, tal y como se lo tiene él también, hace de ese común denominador la plataforma que viabilice que la soledad del reflujo sea pasajera, de 2 años, y no los 100 que se necesitó Úrsula y José Arcadio en Macondo para acabar con la maldición del retroceso que aún persiste en dominicana, pese a la ausencia de los contrarios históricos que hoy día se dividen nueva vez.

El hecho reciente más significativo es la unidad expresada en la decisión para dirigir a los representantes del primer poder del Estado, que allana el camino hacia tareas aún mayores, unidos de la mano que eviten déficit de atención.