El que ha leído en estos días las notas de los principales bancos de inversión en el mundo ya sabe cual ha sido su preocupación en torno a la actividad económica y la inflación. Los que coinciden, como J.P. Morgan, Goldman Sachs y Barclays, consideran que la economía mundial y particularmente la de Europa y los Estados Unidos, presenta una alta posibilidad de que entre en una estanflación o recesión a finales de 2022 o inicios del 2023; mientras que, Nomura, tomando cierta distancia de sus similares, repara que habrá estancamiento con baja inflación.
Cualquiera que sea el caso, estanflación, recesión o estancamiento con baja inflación, el escenario internacional se muestra adverso para sostener el inicio de la recuperación económica que había comenzado, luego del regreso a la normalidad por COVID-19, especialmente porque abundó la liquidez internacional y ahora al iniciarse su retiro, convive con el aumento de los precios en las distintas fuentes energéticas, el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, las sanciones impuestas a Rusia y la respuesta de ese país a sus compradores de gas y petróleo para que tengan que pagarlo en rublo, dificultades de clima en algunas regiones del mundo y problemas en la cadena de suministros por el tema de los contenedores y embarcaciones.
La República Dominicana que celebró el tipo de crecimiento económico con rebote estadístico de un 12.3 % del 2021, comparado con la caída de un -6.7 % en el 2020, vio empañada la noticia, cuando los precios superaron a la meta de inflación, situándose en un 5.55 % y continuar calentándose, hasta llegar en forma anualizada a abril de 2022 a un 9.64 %, para matizarse no como pasajera, sino con raíces prolongadas, en la que no solo el componente monetario podrá bajarla y estabilizarla en torno a su ancla de un 4.0 %.
En la economía local, una combinación de factores monetarios y fiscales, como el de la expansión de la base monetaria en el 2020 de un 21.0 % y cercana al 14.0 % en el 2021, cuando se programó en un 7.9 % y un 8.8 %, respectivamente y una expansión del gasto público que alcanzó el 25.0 % del PIB en el 2020 y de casi 19.0 % en el 2021, cuando la media en los últimos años hasta el 2019, fue de un 16.0 %, hizo que el proceso inflacionario que se inició en julio de 2020, con una tasa anualizada de un 4.35 %, aumentara hasta abril de 2022 a un 9.64 %, constituyéndose en la segunda más alta de todos los países que conforman el DR-CAFTA -USA, Honduras, El Salvador, Costa Rica, El Salvador y Guatemala, quedando solo detrás de Nicaragua, que es de un 9.95 %.
La tasa de inflación que ha acontecido en la economía dominicana puede ser ubicada como de la primera etapa, asociada al exceso de demanda agregada -motorizada por el consumo de venganza-, que causó los incrementos del gasto público y la oferta monetaria durante los años 2020 y 2021 y que hizo de los ingresos de las empresas, situarse con altos niveles de beneficios.
Como mecanismo de corrección, desde noviembre del 2021, el Banco Central comenzó a aplicar una política monetaria de corte restrictiva, elevando su tasa de referencia desde entonces y hasta junio de un 3.0 % a un 6.5 %, equivalente a un crecimiento de 350 puntos básicos en 6 meses y elevando los valores en circulación al 27 de mayo a RD$ 865,645 millones, cuando en diciembre de 2021 era de RD$ 734,148 millones, para un aumento de RD$ 131,497 millones.
El esfuerzo monetario del Banco Central aun no se siente en el control de la inflación, esta en vez de ceder, se eleva y se calienta, mientras, los efectos a nivel de la actividad económica comienzan a verse, tal y como lo indica el desempeño del Índice Mensual de la Actividad Económica (IMAE), que se ha movido de un 6.3 % en enero de 2022 a un 4.7 % a abril, ambas en forma anualizada.
En términos sectoriales, la disminución del ritmo de la actividad económica nacional se puede apreciar en áreas clave, como lo atestigua el pobre desempeño de abril para la agropecuaria con tan solo un 0.2 % de crecimiento y en el bimestre enero/febrero fue de un 2.1 %, lo propio le aconteció a la construcción, que pasó de un 4.8 % a un 0.9 %, el comercio de un 9.6 % a un 4.7 %, la manufactura local, de un 5.2 % se ha reducido a un 4.2 % y el transporte y almacenamiento de un 9.3 % a un 6.5 %, todas en su tasa de crecimiento.
Ante un escenario como el descrito, se puede advertir señales de que la economía dominicana comienza a presentar dificultades por el lado de la producción y potencialmente en la oferta. De persistir el referido comportamiento, el país puede entrar en un exceso de demanda, causada por una disminución de la oferta, fenómeno que promovería una segunda etapa de inflación, con el agravante de que estaría anulando la intención del lado monetario de bajar y estabilizar los incrementos de precios y producir una doble mala inflación, la que afecta negativamente el margen de ganancia de las unidades económicas y la que afecta a los hogares sin importar su nivel de ingreso.
El no haber detenido a tiempo la expansión fiscal y monetaria, así como, el excesivo empeño de inducir a un crecimiento del PIB sobre el potencial, que provocó un sobrecalentamiento de la economía en el 2021, promovida por una dominancia fiscal con más protagonismo que la dominancia monetaria, que no pudo concentrarse a tiempo en atender su principal obligación, que es la de la estabilidad de precios, generó la primera etapa de la inflación, llevando a la conducción de la política económica al dilema de frenar la inflación, sacrificando el ritmo de la actividad productiva.
Sin embargo, hasta la fecha el objetivo de detener la inflación no se ha logrado y parece no poder alcanzarlo en lo inmediato, con la dificultad de que ahora la economía presenta señales de perdida de crecimiento, con el detalle de que sectores generadores de oferta interna no logren en los meses por venir, atender la demanda y entonces producirse una crisis de oferta que promueva un exceso de demanda y por esa vía más y mayor inflación, como segunda etapa del drama de los precios.