Los bancos centrales y los institutos de estadísticas oficiales que tienen la responsabilidad de calcular la tasa de inflación de los países, utilizan una metodología sofisticada que va desde definir los artículos que componen la canasta básica familiar, hasta la ponderación que tiene cada uno, decisiones que se toman basadas en las encuestas periódicas sobre presupuestos y gastos de los hogares; posteriormente, hacen levantamientos del comportamiento de los precios en forma continua, que le permite construir una base de datos para el cálculo del índice de precios y la tasa de inflación.
En términos de la teoría económica y desde hace décadas (1958), el economista inglés William Phillips, presentó un estudio en la que mostró evidencia acerca de la relación inversa entre desempleo y la inflación, de tal forma, que si el desempleo es alto hay baja inflación y si es bajo la inflación es alta; pese a su referencia casi generalizada, algunos nos preguntamos, cómo economías desarrolladas que han logrado una permanente baja desocupación, la inflación es poco significativa y más recientemente, cómo algunos países en vías de desarrollo han logrado bajos niveles de inflación, al tiempo de disminuir el desempleo.
Muchos son los matices que envuelven la aparente inconsistencia indicada en el párrafo anterior, como los que habría que comprender qué se entiende por desocupado y luego, por qué la diferencia entre desempleo abierto y ampliado y dentro de cada uno, las particularidades que están implicadas. Por ejemplo, si lo considerado como ocupado oficialmente, responde a la expectativa que tiene el ciudadano en torno al ingreso monetario que recibe y la labor que desempeña en función de su destreza y habilidad.
En el documento que el Banco Central publica para explicar el cambio de año base dice lo siguiente: “La comparación de los cambios de la estructura de consumo de las referidas encuestas, evidencia que los hogares dominicanos durante los últimos 10 años redujeron en 5.69 puntos porcentuales la proporción de sus ingresos destinados a la compra de alimentos y bebidas no alcohólicas, al reducirse de 30.79% que representaba en 1999 a 25.10% en el año 2010. Este resultado refleja una mejoría en las condiciones de vida de los dominicanos, porque según la Ley de Engels a medida que mejoran los ingresos de las familias, la proporción de gastos en alimentos se reduce, ya que si bien es cierto que los alimentos constituyen bienes de demanda inelástica, las familias al mejorar sus condiciones de vida, disponen de mayores recursos para otros gastos como recreación y cultura, transporte, servicios relacionados con la vivienda, bienes y servicios diversos, entre otros”.
Todos los meses en la República Dominicana, el Banco Central publica la tasa de inflación, el dato es esperado por los agentes económicos, por los hacedores de opinión y en cierta medida por la población; pero resulta, que es en los dos últimos grupos donde radica la mayor incredulidad sobre el porcentaje de variación de los precios que ofrece la autoridad competente, llegando a afirmar que la baja inflación no se refleja en sus casas ni en sus bolsillos.
Es a partir del rechazo a la cifra oficial sobre el comportamiento de los precios que da a conocer la entidad oficial, que la población en su imaginario social construye su propia tasa de inflación sobre su cesta de alimentos, a pesar de no disponer de los métodos de cálculos -tampoco le interesa-, para ello hace un ejercicio mental, tomando como base el valor de la compra realizada, la compara con lo gastado en la compra anterior y el incremento resulta ser su tasa de inflación de la semana, del mes o hasta del año o simplemente, si el ingreso de que dispone no le alcanza para adquirir lo que podía antes, la diferencia para él es la inflación.
En el cálculo de la inflación del imaginario social, tampoco interviene lo que en el siglo XIX, escribió el economista/estadístico alemán Ernst Engel, que basado en observación empírica, expuso que cuando el nivel de ingreso del consumidor aumenta, la proporción del ingreso gastado en la canasta básica crece a un ritmo menor que el porcentaje que destina a otros artículos que no forman parte de la referida canasta. Ahí radica el argumento que es empleado por los organismos oficiales en la determinación del parámetro de ponderación que se deriva del tipo de encuesta más arriba mencionada.
Sin embargo, detalles como el de la satisfacción del cúmulo de necesidades y déficit de consumo de bienes de superior calidad de la canasta básica, propician que muchos ciudadanos que se encuentran ubicados dentro de los grupos menos favorecidos, aun mejorando su nivel de ingreso, continúan destinando igual y hasta mayor proporción del incremento del ingreso monetario a artículos de la canasta básica familiar –contraviniendo de alguna manera a lo planteado por Engel-, lo que hace que de haber inflación, ese grupo continúe padeciéndola como si su ingreso no haya mejorado.
Conforme al dato publicado por el Banco Central, la tasa de inflación acumulada a noviembre de 2019 es de un 3.45 % y la concerniente a la de los alimentos y bebidas no alcohólicas es de un 7.34 %, como el primer dato es el que mayormente publican los distintos medios de comunicación, la población tiende a rechazarla por considerarla baja; sin embargo, esa sola muestra es indicativa de que la inflación correspondiente a los alimentos es siempre más elevada que la del incremento general de precios, lo que la haría acercarse más al imaginario social que tiene la población sobre el monto del costo de la canasta básica.
Si en el esfuerzo por acercar el cálculo de la variación de precios que tiene el imaginario social se realiza a través del costo de la canasta básica del quintil uno, encontraríamos que a noviembre de 2019 la inflación sería de un 4.78 %, superior a la tasa de inflación general del 3.45 %, resultado que posiblemente la población lo aceptaría con mayor validez, al estar más cercana con la apreciación del cálculo imaginario que hace la población.
En la continuación del esfuerzo por acercar cuantificar un cálculo sobre el comportamiento de los precios, similar al que proviene del imaginario social, esta opinión ha construido una canasta básica de 23 alimentos, asociada a lo que sería un desayuno, comida y cena típica para la generalidad de la familia dominicana, a saber: Pan, huevo, plátano, yuca, salami, sardina, leche, mantequilla, café, arroz, habichuela roja, azúcar, pasta de tomate, sal, vinagre, cebolla, ají, ajo, espagueti, aceite, sal, pollo, carne de res y de cerdo.
Como resultado del cálculo de la variación de precios de los bienes precedentemente mencionados y tomados de la base de datos que publica periódicamente Pro Consumidor, la tasa de inflación de esta opinión a noviembre de 2019 sería de alrededor de un 10.39 %. Al compararse con el dato oficial publicado por el Banco Central que es de un 3.45 %, la diferencia equivale a un 6.94 % y si se realiza con la referida a los alimentos y bebidas sería de un 3.05 %.
Se puede decir de los datos indicados, que el resultado de una tasa de inflación ascendente a un 10.39 %, estaría más alineada a la apreciación que tiene la población dominicana acerca del comportamiento de los precios para el año 2019 que está por concluir. De todas maneras, de lo que podemos estar más seguro es que el dato sobre la tasa de inflación del grupo de alimentos, o el del quintil uno del costo de la canasta básica o el cálculo que realiza esta opinión, son indicativos de que existe una tasa de inflación de los pobres, superior a la general que regularmente se publica y comenta.