La literatura económica recoge una larga discusión acerca del papel del gasto público y el crecimiento económico. Desde la gran depresión originada a partir del 1929 hasta nuestros días, se debate si en un momento de contracción económica y limitaciones de la iniciativa privada, así como la insuficiencia de la política monetaria con sus diversos instrumentos, como el de la tasa de interés, el gasto público es capaz en el corto y largo plazo de hacer expender la economía.
A la discusión se le suma no solo el tema del gasto público total, sino también los componentes y canales del mismo, el gasto de consumo y la inversión y, cómo estos se articulan al aumento de la demanda agregada, la creación de empleos y la elevación de la productividad de la economía.
Aunque la discusión del rol del gasto público está viva y tal vez solo son matices que la separan, relativas a la magnitud y el tipo de gasto, lo cierto es que existe evidencia como para no negar su papel positivo sobre el desempeño económico, tanto en el corto y el largo plazo, suficiente para que, desde la óptica de Karl Popper, considerarla con seriedad, especialmente en momentos de crisis, como por el que aun transita la economía dominicana.
El debate sobre el tipo de gasto y sus canales ha dejado una enseñanza clave para los hacedores de política económica, que la inversión pública tiene un fuerte vínculo en el crecimiento de corto plazo, porque aumenta la demanda y el empleo de carácter coyuntural; a su vez, en el largo plazo, también colabora con la expansión, dada su asociación sobre la elevación de la productividad del capital con capacidad para aumentar la producción, como son los casos de las obras físicas de infraestructura, la creación de empleos de vocación permanente y el incremento de la demanda agregada sostenible.
Si la discusión teórica, acompañada de evidencia empírica internacional y local, muestra el papel contributivo en el crecimiento y/o recuperación económica, del canal de la inversión pública, como uno de los componentes del gasto público total, en los aspectos de la demanda agregada, el empleo y la productividad y más aún, en los momentos de crisis financiera y económica que ha provocado distintas recesiones, ¿por qué entonces despreciarla o marginarla en la actual coyuntura por la que atraviesa el desempeño económico dominicano?.
Reconozco que los hacedores de política económica dominicana han podido valorar distintas vías para intentar relanzar la economía, luego de un año con un producto interno bruto (PIB) negativo y que, en la elección estén apostando a la magia del turismo, como parece ser, ante la gran visibilidad que se le otorga en los anuncios oficiales y a las remesas que llegan del exterior, expresión del fracaso de un modelo económico que no ha sido capaz de retener a una parte de su mano de obra, que ha tenido que migrar hacia los Estados Unidos y que ahora por la bendición monetarista y fiscal de los presidentes Donald Trump y Joe Biden, disponen de excedentes para enviarlos como socorro a sus familiares, mientras aquí se presenta como un logro, sin haber aportado nada para sentirse orgullosos.
A lo anterior, agregarle el anuncio oficial de la alianza público/privada para realizar inversiones, a la que le será muy difícil despegar por la espera de parte de los inversionistas privados del control de la COVID-19, de que la economía retorne a su normalidad y, también, de que algunas señales que nublan la seguridad jurídica de la inversión privada, como ha sido el caso de la intención de revisar el contrato del peaje sombra, con el que se construyeron varias obras de infraestructuras viales en el territorio nacional, queden despejadas y la certeza en el cumplimiento de lo legal muestre mayor estabilidad.
Al margen de la elección de las políticas públicas mencionadas y la variable del maná llegado desde los Estados Unidos por el canal de las remesas, el presupuesto anual, también, es una política pública de carácter temporal y resulta que en la pieza financiera del gobierno central para el 2021, se estipula un gasto público total, sin aplicaciones financieras de RD$ 891,378 millones, equivalente a un 18.2 % del PIB.
La estructura del gasto público total de ley para el 2021 es de RD$ 768,220 millones de gasto corriente y de capital RD$ 123,158 millones, para una composición de 86.0 % y 14.0 %, respectivamente. Para el 2020, año de plena pandemia, el gasto corriente ejecutado fue de un 83.5 % y el de capital, un 16.5 % y en el 2019, año de la precrisis sanitaria, el gasto corriente alcanzó un 82.5 % y un 17.5 % el de capital.
En la previsión de un papel dinamizador de las finanzas públicas de 2021, las señales del primer trimestre, apuntan a un desvío de la composición económica del gasto público, respecto a lo presupuestado. Durante enero/marzo, se ha ejecutado un gasto de RD$ 181,418 millones, de los cuales, correspondieron a gasto corriente RD$ 171,926 millones y de capital RD$ 9,492 millones, equivalente a un 94.7 % para gasto corriente y de capital un 5.3 %. Los datos referidos muestran una desviación favorable, respecto a lo consignado en el presupuesto nacional de 8.7 puntos porcentuales para el caso del gasto corriente y una caída de 8.7 puntos porcentuales para el gasto de capital.
Amparado en la literatura económica que asocia en forma positiva al gasto público con el crecimiento económico de corto y largo plazo, se puede argumentar, que la ejecución presupuestaria del primer trimestre del 2021, revela que poco o nada la política fiscal estaría aportando a la recuperación económica estimada de un 5.0 %, consignada en el marco macroeconómico, especialmente porque la caída del gasto de capital es una forma de restarle capacidad de capitalización a la economía y a la creación de riquezas.
De continuar ejecutándose el presupuesto nacional de 2021 de la forma en que lo han llevado durante los primeros tres meses del año, en forma apriorística con seguridad podrá afirmarse, que ya sea que el país cumpla con la meta de crecer en un 5.0 %, que sea mayor o menor, el gasto de capital no tendrá el nivel de protagonismo esperado en el presupuesto ni tampoco contribuirá a la recuperación esperada para el 2022, como manera de compensar el terreno perdido en el tamaño del PIB.
El desempeño presupuestario de 2021 acontece, pese a que los organismos multilaterales de financiamiento internacional, así como otros organismos que promueven estrategias de desarrollo, han indicado que, en la actual coyuntura económica afectada por la pandemia, es conveniente promover inversión pública de corto plazo, asociada a la creación de empleo y a la producción de oferta alimentaria de bajo contenido importado.