En un discurso político con contenido económico, el presidente de la República, Luis Abinader, expresó el sábado 25 de noviembre del año en curso, que, “En este Gobierno los chelitos rinden, rinden» y más adelante argumentó “Seguimos trabajando a pesar de haber gobernado en los momentos más difíciles del último siglo, con una pandemia que nadie estaba preparado. Ningún país estaba preparado y salimos de los mejores países con premios en la mayoría de los países multilaterales por la manera en que manejamos la pandemia, por eso imagínense ustedes que nos toque gobernar en mejores momentos».
Puede sostenerse con evidencia empírica lo expuesto por el presidente Abinader, en cuanto a que le ha tocado gobernar al país en los tiempos difíciles del COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania y que es el más malo de la historia del último siglo, que, pese a ello, ha mantenido la estabilidad macroeconómica del país.
La pandemia por la COVID-19 no sorprendió a las autoridades del presente gobierno, a quien si le tomó fue a la anterior administración pública. Cuando el presidente Luis Abinader no había ganado las elecciones de 2020 ya el tipo de coronavirus que nos afectaba era pandemia y cuando asumió la posición de primer ejecutivo de la nación, el país había comenzado el proceso de desescalada al confinamiento forzoso al que fue sometida la población y a la economía, con su cierre parcial.
Diversos documentos oficiales, así como declaraciones de importantes funcionarios del área económica comenzaron a afirmar desde finales de 2020 que la economía comenzaba a normalizarse y que la recuperación estaba en marcha y ya para finales del 2021 se anunciaba que la economía se había recuperado, al alcanzar un 12.3 % de crecimiento en su producto interno bruto (PIB), desde entonces, los relatos del gobierno sólo se refieren a que ha roto récord histórico en turismo, remesas, reservas internacionales netas, empleo, pobreza, etc.
Hagamos un esfuerzo para tratar de desenredar el entramado argumental del presidente de la República, a fin de acercarnos a la verdad de los juicios cuando se apoyan en datos oficiales. Para hablar de estabilidad macroeconómica, tenemos que referirnos al crecimiento económico con estabilidad de precios, la primera ha tenido un éxito parcial, mientras que, la segunda, el Banco Central no ha cumplido con la meta anual de inflación.
La economía dominicana luego de alcanzar el crecimiento de su PIB en el 2021 con un 12.3 %, promovido fundamentalmente por el rebote estadístico y el consumo de venganza, el primero, por la caída significativa de la economía del 2020 y el segundo, porque los consumidores al verse limitados durante el confinamiento, al reabrir la economía, la demanda de bienes y servicios se disparó en forma inusual, ante la acumulación de necesidades y deseos no satisfechos. Luego en el año 2022, el PIB retomó el desempeño cercano al crecimiento potencial, al registrar un 4.9 % y a octubre de 2023 la actividad económica acumulada apenas registra un 1.9 %, lo que significa que, por el lado del desempeño del PIB, el crecimiento no muestra una sólida estabilidad macroeconómica.
Al examinar el tema de los precios, el ámbito monetario, liderado por el Banco Central, no ha podido alcanzar la meta de inflación de un 4.0 %, mucho menos un nivel inferior, al registrar durante casi 4 años niveles superiores, en el 2020 con un 5.55 %, en el 2021 de un 8.50 %, seguido de un 7.83 % para el 2022 y a octubre de 2023 un 4.35 %, este comportamiento revela que no hubo control ni estabilidad en los precios al consumidor final, muestra de que la estabilidad macroeconómica se ha debilitado en la República Dominicana.
Otra manifestación complementaria y colateral que fortalece la opinión de que en la actual gestión gubernamental la estabilidad macroeconómica es frágil, la encontramos en el hecho de que aun el Banco Central haber tomado la postura de flexibilizar la política monetaria, reduciendo su tasa de referencia de un 8.50 % hasta un 7.25 %, el efecto transmisión hacia las tasas de interés en el mercado bancario no se ha efectuado y, por el contrario, lo que ha acontecido es que se ha elevado, llegando al 24 de noviembre de 2023 a un 14.76%, cuando hace 6 meses que la tasa monetaria comenzó a descender y la tasa de interés bancaria era de un 12.41 %.
Probablemente el mercado de tasas de interés no ha respondido conforme a las expectativas monetarias, porque el sistema bancario necesita mantener o mejorar sus márgenes de ganancias y con ello fortalecer su posición financiera y también, puede ser que los agentes económicos aun tienen expectativas inflacionarias o que su postura reacia sea porque quieren contribuir a reducir las presiones inflacionarias.
En cuanto a que los chelitos rinden al gobierno, el presidente Abinader y los funcionarios del equipo económico saben que ellos han manejado mucho dinero, que no son chelitos, son tantos que desde el 16 de agosto de 2020 a la tercera semana de noviembre de 2023 han gastado RD$ 3.58 billones, con pocas obras que exhibir, monto que tiene trece dígitos y que ningún gobierno en la historia dominicana lo ha tenido.
El presidente Luis Abinader, al afirmar que le ha tocado gobernar en los momentos más difíciles de la historia del último siglo, ha querido excusarse y justificarse, una manera de admitir que las pocas construcciones en obras de infraestructura en su gestión no se corresponden con lo prometido. Ni el COVID-19 ni la guerra entre Rusia y Ucrania han tenido los impactos negativos que han querido venderles a los ciudadanos, la magnitud ha sido menor que lo acontecido con la crisis bancaria dominicana de 2003.
Las consecuencias de la pandemia por la COVID-19 en términos monetarios alcanzó el monto de RD$ 138,707 millones en el 2020, equivalente a un 3.1 % del PIB y en el 2021 fue menor, al registrar RD$ 71,376 millones, para un 1.3 % del PIB. Por el lado de los subsidios para contener mayores niveles de inflación en el 2022 fue de RD$ 88,058 millones, representando el 1.4 % del PIB. En total, el valor agregado del PIB durante los años que van del 2020 al 2022 es de RD$ 16.1 billones, quedando como % del PIB total del periodo en un costo de un 1.8%. En cambio, el costo económico por la crisis bancaria de 2003 en la República Dominicana fue de alrededor de un 20.0% del PIB, medido por la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), un nivel muy superior a las crisis conjunta pr COVID-19 y la guerra entre Rusia y Ucrania.
Los datos, así como el tratamiento teórico/conceptual expuesto en la presente opinión, proveen argumentos como para desmitificar las afirmaciones del presidente de la República, Luis Abinader, en cuanto a que le ha tocado gobernar en los momentos más difíciles del último siglo; por el contrario, la evidencia histórica indica que la crisis bancaria de 2003 tuvo un impacto negativo mucho mayor.