La canción A mi manera fue inspirada melódicamente de la versión original francesa Como siempre, de los autores Claude François y Jacques Revaux; pero en el idioma inglés, la letra es de la composición de Paul Anka, aunque interpretada, grabada y popularizada en el 1969 por Frank Sinatra; de ahí que a muchos de nosotros al hacer algo con “sello propio” y repetir la expresión “a mi manera”, el nombre que nos llegue a nuestras mentes sea el de Sinatra y no el de sus autores o inspiradores originales.
Trasladando el caso de la canción A mi manera al mundo de la economía, son muchos los ejemplos que se pueden exponer con sello propio: unos exitosos, algunos desapercibidos, mientras que otros, simplemente han fracasado.
Los casos que acaparan la atención de esta opinión son relativos a las dos figuras tributarias más importantes de la estructura impositiva nacional: el Impuesto sobre Transferencias de Bienes Industrializados y Servicios (ITBIS) y el Impuesto Sobre la Renta (ISR), los que presentan características de simultaneidad, al ser rechazados y necesitados por la ciudadanía y el sector público.
La importancia numérica del ISR y del ITBIS no es una mera expresión; está sustentada en el histórico de recaudación de las estadísticas fiscales dominicanas. Tal es así, que para el 2017 la primera figura impositiva mencionada ocupó el segundo lugar en importancia, al registrar un 29.0% del total recaudado por el Estado; y el segundo tipo de impuesto indicado, encabeza la recaudación tributaria con un 32.0% también del total.
En la economía dominicana, como en la de cualquier otra parte del mundo: el tema de la evasión tributaria es un permanente problema que se convierte en un desafío para las autoridades y los organismos internacionales versados en el tema; no solo porque le resta espacio fiscal a los gobiernos para atender demandas sociales y económicas de los sectores más vulnerables del país, sino porque constituye un delito administrativo, que en algún momento puede llegar a ser considerado de carácter penal.
Para el 2017 el Instituto Mundial de las Naciones Unidas para la Investigación del Desarrollo Económico ubicó a los Estados Unidos como el país que en valor evade más impuestos, con US$189 mil millones; y como proporción del PIB a Guyana, con un 6.9 %.
artiendo de los datos de la Comisión Económica para América Latina y El Caribe (CEPAL), y utilizando lo que dio a conocer la Dirección General de Impuestos Internos (DGII), la República Dominicana estaría entre los que encabezan en América Latina el ranking de la evasión del ISR y del ITBIS: el primero que ronda el 62.0 % y el segundo el 43.0 %; la evasión media del primero es de un 47.5 % y la del segundo de un 27.8 % en la región latinoamericana.
En diversos informes oficiales y periodos de tiempo, han dado cuenta de la adecuada efectividad recaudatoria medida por la comparación entre lo estimado y lo recaudado, al punto que sitúa al referido indicador en el punto mínimo de un 95.0 % y al máximo hasta de un 114.0 %; y para diciembre de 2017 en un 99.0 %.
artiendo de la validez de esos resultados podríamos preguntarnos: ¿Cómo explicar que la evasión del ITBIS en el 2003 era de un 43.0 %, en el 2008 de un 25.0 % y en la actualidad, 15 años después, de nuevo el 43.0 %, y la del ISR que ronda el 62.0 %.
El grado de efectividad de la recaudación del ISR durante el periodo 2008-2017 es de un 98.7 % de promedio anual y la del ITBIS una media por año de un 101.6 %; a ambos se les podría considerar como de efectividad alta; sin embargo, casi en ese mismo lapso de tiempo, la evasión de los dos tipos de impuestos ha crecido en forma importante.
Amparado en el crecimiento de la economía que posibilita la expansión de la recaudación, resulta difícil, si no imposible, entender que se puede ser eficientes en términos de recaudación tributaria, ante un panorama de aumento de la evasión impositiva. Pese a esa contradicción, lo dicho siempre ha sido el discurso. Una primera explicación de tipo apriorística que podría ser racional, para entender que lo recaudado se aproxima a lo estimado o lo supera: sería la de subestimar las proyecciones, ante el entendido de que resulta imposible e ilógico estimar un aumento en la evasión.
Si la explicación al fenómeno descrito no se encuentra por el lado de la subestimación de la recaudación, una segunda posibilidad podría buscarse por el lado de la imprecisión metodológica de la cuantificación de la evasión; pues no resulta racional que una variable observable como la recaudación sea exitosa, mientras que la medición de la evasión, como variable no observable, crezca a niveles que no afecten al grado de efectividad de la recaudación tributaria.
Me inclino a pensar que la evasión no alcanza los altos niveles que se le atribuyen: de ser lo contrario, es decir, que es mucho más alto hoy que ayer y de que estaríamos frente a un aumento de las actividades ilícitas dentro del sector formal de la economía, al tiempo de un duro revés para la eficiencia de la administración tributaria nacional; a no ser que en un afán por justificar la no necesidad de un pacto fiscal, se prefiera sobreestimar la evasión, para luego bajarla y, entonces, celebrar el éxito; prefiero descartar esa posibilidad.
Cualquiera de los dos casos enunciados precedentemente estos podrían ser hechos a la manera de Paul Anka, que equivale a decir a mi manera de Frank Sinatra, logrando así su efecto: a mi manera de calcular la evasión tributaria o a mi manera de calcular la efectividad tributaria. De resultar así, estamos frente a la posibilidad que el efecto Sinatra sobre los impuestos se expanda hacia otros eventos de la economía dominicana, en caso de que acontezca; ojalá que sea por el lado positivo del impacto.