En el mundo debe haber no menos de 165 bancos centrales, los cuales tienen, entre otras funciones, emitir los billetes y monedas legales que circulan en sus respectivos territorios, algunas de las cuales alcanzan la categoría de divisa, por también circular en jurisdicciones más allá de los límites geográficos de sus naciones.
La emisión monetaria es una atribución hasta el momento exclusiva de los bancos centrales, de igual forma su retiro de circulación en la economía también lo es; razón por la cual es una función indelegable; sin embargo, en forma paralela aparecen y crecen las denominadas monedas virtuales, en la que el emisor privado descentralizado y los usuarios son anónimos; aquí entonces el desafío para bancos centrales, economistas y abogados.
El desafío monetario viene porque las denominadas monedas virtuales estarían rompiendo los paradigmas de hacer teoría y política monetaria, aquella que juega un papel fundamental en la estabilidad macroeconómica de las naciones, tratando de evitar las fuentes que originan fluctuaciones en ese ámbito.
La emisión monetaria al poseer las funciones de ser medio de pago, depósito de valor, unidad de cuenta y patrón de pagos diferidos, es un instrumento monetario fundamental del ámbito de la política monetaria, habida cuenta que su magnitud, la base monetaria, tiene la capacidad de transferir efectos hacia variables claves de la economía.
Cuando un Banco Central emite billetes y monedas, previo realiza la labor de crear la base monetaria, debido a que está generando un pasivo con la persona jurídica o física que la posee, por eso la obligación de tener oro, divisas, u otorgar créditos a bancos comerciales o en la actividad de comprar deuda.
Los Bancos Centrales al momento de definir la magnitud de la base monetaria están conscientes del efecto transferencia que tiene sobre la inflación, el tipo de cambio y las tasas de interés; al tiempo de entender el papel que juegan estas variables sobre el resto de la economía en términos de estabilidad y crecimiento.
Una emisión monetaria expansiva e irracional, haría presionar los precios por la vía de provocar una mayor demanda de bienes y servicios, a su vez la inflación se constituye en una causal de demanda de divisas, como el dólar, la que reacciona aumentando su cotización en el mercado y hace depreciar la moneda nacional, al tiempo de desincentivar el uso de la moneda local y su ahorro.
La aparición y empleo extendido de las monedas virtuales podría aumentar la base monetaria y asumir parcialmente las funciones del dinero legal como lo conocemos hoy, con implicaciones de hasta sustituirlo y mermar en forma significativa el papel de los bancos centrales, con el agravante de que podría socavar la base de la estabilidad económica indicada más arriba y de producir fuertes salidas de divisas de los países no generadores de las mismas.
Como la emisión monetaria legal que realizan los bancos centrales está amparada por el derecho público, al regular las relaciones entre la parte privada y el Estado; las monedas virtuales descentralizadas y anónimas, quedan en el ámbito del derecho privado; con una dificultad potencial importante de generalizarse su uso, que implicaría trascender los límites del derecho privado e ir hacia el derecho público; aquí nueva vez el desafío.
Si las monedas virtuales llegaron para quedarse, entonces el desafío ya es presente para los bancos centrales, economistas y abogados involucrados en la regulación económica, lo que equivale a decir en pocas palabras, hacer nueva teoría económica ante el paradigma que construye la aparición y uso de las monedas virtuales.